4° DOMINGO DE ADVIENTO

La justicia de José salvó la vida de María María nos da a Jesús

Ambientación:

 Celebrar la Navidad es traer a nuestro presente el gran misterio de la Encarnación. ¿Quién es Jesucristo?  Nos acercamos a la Navidad y es preciso  que como discípulos y creyentes nos interroguemos sobre su el misterio de su persona. La respuesta se encuentra en la Palabra de Dios que hemos escuchado Son tres momentos claves de la revelación divina.

El Cuarto Domingo de Adviento tiene -cada año con lecturas distintas- un claro color mariano. Es como el preludio de la Natividad del Señor, que ya está cerca. En este ciclo A, el evangelio es el anuncio a José y la preparación inmediata del nacimiento de Jesús; en el B, la anunciación a María; y en el C, la visita de María a su pariente Isabel.

El recuerdo de la Madre no interrumpe ciertamente el ritmo del Aviento ni la dinámica de la preparación a la Navidad. María fue la que mejor vivió el Adviento y la Navidad: ella, la que «lo esperó con inefable amor de Madre» (prefacio II), ella, la nueva Eva, en la que «la maternidad se abre al don de una vida nueva» (prefacio IV).

Ella puede ayudarnos a vivir la Navidad con mayor profundidad desde nuestra fe, no conformándonos con las claves de la propaganda de consumo de estos días y acogiendo a Dios en nuestra vida con el mismo amor y la misma fe que ella.

1. PREPARACIÓN: INVOCACIÓN AL ESPIRITU SANTO

Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo.

Padre amoroso del pobre, don en tus dones espléndido, luz que penetra las almas, fuente del mayor consuelo.

Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo,

tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego, gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos.

Entra hasta el fondo del alma, divina luz, y enriquécenos. Mira el vacío del hombre, si tú faltas por dentro;

mira el poder del pecado, cuando no envías tu aliento. Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo, lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo,

doma el espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero.

Reparte tus siete dones, según la fe de tus siervos; por tu bondad y tu gracia, dale al esfuerzo su mérito; salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno. Amén

2. LECTURA: ¿QUÉ DICE LA PALABRA?

Subrayamos tres momentos claves de la Revelación divina:

Is. 7, 10-14: «La virgen está encinta y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emanuel»

=>: El primer momento remonta a los tiempos del rey Acaz y del profeta Isaías, a principios del siglo 8º antes de Cristo. Es una palabra que tiene el contexto histórico de una guerra que amenaza la libertad del Pueblo de Dios. El Pueblo judío tenía muchos problemas de peligro de invasiones y guerras. Su jefe, Acaz, tenía miedo y necesitaba un signo de Dios, para asegurarse de la voluntad de Dios de salvar al Pueblo, de acuerdo con sus antiguas promesas.

El rey Acaz, preocupado por la estrategia a seguir para defenderse de los ataques de los reyes de Damasco y Samaria, no quiere hacer caso al profeta Isaías, que le recomienda que ponga su confianza en Dios. El rey prefiere apoyarse en una alianza militar con otros reyes, como el de Asiría. Pero el profeta, de parte de Dios, aun contra la voluntad del rey, le anuncia un «signo» para que el rey confíe en el poder salvador de Dios: un niño que nace de una doncella y que llevará un nombre significativo: Emmanuel, o sea, Dios con nosotros. Este hijo, históricamente, fue el rey Ezequías, pero muy pronto se interpretó la profecía como referida al futuro Mesías.

Ese hecho se fue llenando de sentido mesiánico a lo largo de la historia. La «doncella» (ָמה ְל ע = almah) que será madre va a ser llamada «virgen» (eparthenos = ἡ παρθένος) en la traducción griega anterior a Cristo (= la «versión de loos LXX»), en pleno desarrollo de la revelación. El nombre del niño («Emmanuel» = Εμμανουηλ = Dios con nosotros), es de una riqueza que desborda lo simplemente humano, y va a recibir su sentido propio en la Encarnación: en la realidad de nuestra humanidad.

En el mensaje de Isaías se rechaza la confianza en los planteos humanos, en las alianzas con los poderes y en la falsa astucia y sabiduría. Ante los problemas que se le plantean a Israel, Dios pide la solución de la fe. La señal de liberación del Pueblo será el mismo poder de Dios que será capaz de suscitar de la debilidad de una doncella, un gran caudillo. Dios será la fuente de la fuerza, el Dios con nosotros.

Dios salvará a su Pueblo y le ofrecerá un signo, pero no de la manera que ellos esperan. En la plenitud de los tiempos, el Nuevo Testameto, concretamente el evangelio de Mateo nos aclarará que el signo de la salvación de Dios será la Virgen María que da nacimiento a Jesús, el Dios misericordioso con nosotros.

Sal. 24(23): «Va a entrar el Rey de la Gloria»

Para entrar en el recinto de Dios, es decir, para estar en su presencia, es necesaria una vida recta, «las manos limpias y el corazón puro». Esto porque quien entra a tomar posesión del santuario, para inundarlo con su gloria, es el Señor Todopoderoso, «el Rey de la gloria».

El Adviento es un tiempo propicio para la conversión hacia El, para poner al día las motivaciones y exigencias de nuestra fe. Por la conversión nos preparamos adecuadamente para recibir la entrada del «Rey de la gloria» en nuestra vida y en nuestra familia.

Ro. 1, 1-7: «Nacido, según lo humano, de la estirpe de David»

 Leemos hoy el inicio de la carta de Pablo a la Comunidad de Roma. Llamado a ser «apóstol de Cristo Jesús», Pablo se siente orgulloso de tener como misión proclamar a todos el misterio de salvación, anunciado por los profetas y cumplido en Cristo Jesús.

=>: Es el tercer momento de esta Revelación. Este misterio va dirigido también a los paganos, no sólo a los judíos. A todos «quienes Dios ama y ha llamado a formar parte de su Pueblo santo».

Unos veintisiete años después de la muerte y resurrección de Jesucristo, san Pablo, profundizando y haciendo teología, llevado de la luz del Espíritu, nos habla en la carta a los Romanos, del misterio único de la persona de Jesús. Anuncia a los fieles de Roma «el evangelio de Dios, prometido ya por los profetas en las Escrituras Santas, referente a su Hijo, nacido según la carne de la estirpe de David, constituido, según el Espíritu, Hijo de Dios»... Admirable unión en una persona de la debilidad humana, propia del hombre, afirmada por la carne y el ser divino. El hombre carne es débil, mortal y caduco. Pero la presencia del Espíritu en su concepción y en toda la vida le da la realidad de Hijo de Dios.

En el mensaje a los Romanos San Pablo explica cuál es el corazón del Evangelio predicado por él mismo y ahora por la Iglesia. Es la síntesis del  evangelio predicado por Pablo. Se trata de un mensaje unido a las promesas de Dios, manifestadas en el Antiguo Testamento. No son simples ideas, sino la persona de Jesús, el Mesías. Pablo se reconoce deudor de este Jesús en su vocación de cristiano y de apóstol y los cristianos son objeto del amor de Dios al ocupar el puesto que correspondía a Israel en el nuevo orden de salvación.

El motivo de haberse elegido para hoy este pasaje es porque Pablo afirma que Jesús ha nacido «según lo humano, de la estirpe de David», y que el Espíritu lo ha constituido en plenitud de poder por la resurrección.

Todo es nuevo, único, irrepetible en estos acontecimientos de la Encarnación y nacimiento e Jesucristo, y por tanto el lenguaje para comunicarlo debe ser también nuevo, insólito e irrepetible Era necesario expresarlo en lenguaje apropiado y lo hace san Pablo al escribir a los Romanos. Lo hace con su autoridad de apóstol escogido para anunciar el Evangelio de Dios. Es consciente de que el personaje central de su anuncio es Jesucristo. Lo presenta a sus destinatarios como el Hijo de Dios, nacido según lo humano, de la estirpe de David. Es un hombre verdadero, con un día propio de nacimiento, con un momento preciso de entrada al mundo, con una raigambre humana que remonta siglos. Entre su linaje hay nombres conocidos, en el caso el legendario rey David.

Pero su misterio es más profundo. Fue constituido, según el Espíritu Santo, Hijo de Dios, con pleno poder por su resurrección de la muerte. Ese fue el momento culminante de la revelación de su persona. Pero el niño que nace en la pobreza y debilidad de Belén lleva ya en su ser esa condición divina.

Mt. 1, 18-24: «Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús»

EVANGELIO DE JESUCRISTO SEGÚN SAN MATEO

R/. Gloria a Ti, Señor

 José asume la paternidad legal de Jesús.

 18 El origen de Jesucristo fue de esta manera: Su madre, María, estaba desposada con José y, antes de vivir ellos juntos, se encontró que estaba embarazada por obra  del  Espíritu  Santo. 19 Su marido José, que era justo, pero no quería difamarla, resolvió repudiarla en privado. 20 Así lo tenía planeado, cuando el ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo  de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. 21 Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su Pueblo de sus pecados22 Todo esto sucedió para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta:

23 Hé aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel,

que traducido significa: «Dios con nosotros».

24 Despertándose José del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer.

Palabra del Señor

 R/. Gloria a Ti, Señor Jesús

 Re-leamos el texto para interiorizarlo

 Contexto: 1 – 2 = «Relatos de la Infancia»

Pasada la muerte y la resurrección de Jesucristo la Iglesia primitiva, por misión recibida de él, se lanzó al mundo a anunciar la Buena Noticia de la salvación.

=>: Es el segundo momento de esta Revelación.

Poco a poco fue llegando el material escrito referente a Cristo. Dentro de ese material vino el evangelio conocido como de San Mateo. Recogían esos textos la reflexión de los primeros cristianos sobre el Señor, iluminada por la revelación divina. Apareció el llamado «evangelio de la Infancia» de Jesús que hoy forma los dos primeros capítulos del evangelio de San Mateo.

Con esos relatos, Mateo respondía a los interrogantes iniciales sobre el Señor Jesús: en primer lugar, ¿Quién es? y «de dónde viene», es decir, la pregunta sobre «el origen» de Jesús-Cristo (Mt. 1); en segundo lugar, ¿«a qué vino?»,

¿«cuál es su misión»? (Mt. 2). El evangelio de san Mateo nos lleva de la mano en la percepción de este acontecimiento.

Cap. 1: Pregunta sobre el oprigen de Jesús-Cristo.

 =>: Su origen humano encuentra respuesta en la genealogía (1, 1-17)- Mateo abre su evangelio con la genealogía ascendiente de Jesucristo.

Encarnarse es entrar en el río de la historia humana. En esa lista de ascendientes encontramos representantes de la toda la humanidad: hombres y mujeres, pecadores y santos, nobles y plebeyos, conocidos y desconocidos. En la que entre el discurrir de personas concretas se repite machaconamente el verbo «engendrar»: Dios es vida y en la vida se lo encuentra y la salvación discurre involucrando a personas concretas.

Hábilmente el autor corta la narración cuando llega a Jesús y nos encamina al misterio de cómo entra Jesús en esa historia. Pasa de la voz activa de engendrar a la voz pasiva y nos dice: «y Jacob engendró a José, el esposo de María, de la que nació Jesús, llamado Cristo» (Mt. 1, 16). Este final de la genealogía, al romper el estilo de la narración e introducir el pasivo divino, se planteaba la diferencia propia de Jesús.

=>: su origen divino en la concepción virginal (1, 18-25). Una vez que nos ha dicho de donde viene Jesús, nos enseña cómo vino al mundo. Es lo hemos escuchado en la lectura de hoy.

Cap. 2: Pregunta sobre la Misión de Jesús:

 Luego, el cap. 2 responde a la pregunta sobre la misión de Jesús: para quiénes nace (2, 1-12: episodio de los Magos que lo buscan, contrapunto universal a las raíces judías de Jesús.); a dónde vino: Belén, Egipto, Galilea (2, 13-23). La liturgia de este domingo nos presenta el segundo segmento: su origen divino. Después, viene el episodio de los magos (2,1-12), Con ello se abre la puerta a una clave de interpretación del evangelio mateano, en el que el universalismo y el particularismo se entrecruzan, sugiriendo una atención, no siempre fácil, a las raíces y a la misión.

Así, pues, los «Relatos de la Infancia» son el contexto al que pertenece el evangelio de este Domingo.

b)  El texto:

 El texto evangélico puede estructurarse en 4 partes:

a. la situación, desconcertante a nivel humano, que desencadena todo (vv. 18-19);

b. el anuncio del ángel a José (vv. 20-21);

c. la cita de cumplimiento, una característica típica y propia del evangelio de Mateo, que destaca en la persona de Jesús el cumplimiento del Antiguo Testamento (vv. 22-23);

d. la reacción obediente de José (vv. 24-25). Sobresale en el conjunto la presencia de personas humanas (José, María, Jesús) y de personas divinas, el misterio de la Trinidad ya desde el comienzo del evangelio (Jesucristo, Espíritu Santo, el Señor, Dios): el misterio de Dios actúa en personas humanas concretas; comunicación de Dios para la salvación y colaboración humana.

Aparecen también las mediaciones de Dios: el ángel del Señor, el profeta. Finalmente, atención a los nombres de Jesús: Jesús (= Dios salva) y Emmanuel (= Dios con nosotros).

c) Comentario:

 V.18:

 Con la inmensa sencillez de lo divino nos habla de un matrimonio compuesto por José y María, de un hecho sorprendente en la vida de ese matrimonio: la concepción de un hijo en forma extraordinaria y de la presencia del Espíritu divino en esa concepción.

Los personajes nos son conocidos y amados: un par de jóvenes en trámite de matrimonio: María y José. Algo insólito ha acontecido: una concepción llena de misterio. María guarda religioso silencio. José se ha sorprendido ante lo acontecido y necesita leer desde la Voluntad divina lo que ha sucedido.

v. 19: 

José entra en perplejidad pero era un hombre «justo»… Al calificarlo de justo el autor del evangelio lo señala como aquel que está dispuesto siempre a hacer lo que descubre ser la Voluntad divina. La justicia de José consiste en entrar de lleno en el plan salvador de Dios que aquí tiene momento culminante. Acogerlo y cumplirlo. José, con el apelativo de justo, que ojalá las traducciones no cambien, decide hacerse a un lado.

vv. 20: 

Dios interviene, revela a José el misterio contenido en ese hecho y le señala el papel trascendental que tendrá que cumplir en esta historia divina y humana.

v. 21: 

Un  nombre  especial llevará  el niño.  Por orden  divina  se  llamará Enmanuel.

Para los hebreos el nombre no sólo distingue e identifica socialmente a la  persona.

El nombre dice lo que la persona es a los ojos de Dios. Ese nombre hebreo significa «Dios con nosotros». 

Viene para ser Dios con nosotros, para revelarnos el designio de Dios Padre de llevar nuestra realidad humana hasta el mismo interior de Dios consumando así su plan salvador. Tiene un rostro humano, siempre dirigido hacia el Padre Dios, en representación de la humanidad pecadora, y tiene su rostro de Dios encarnado, siempre dirigido hacia nosotros, para que descubramos en él la máxima experiencia de Dios que podemos hacer en nuestra condición terrena.

vv. 22-23: 

Ese nombre no era nuevo. En tiempos de Isaías, 700 años antes de Cristo, en el contexto de una crisis histórica del Pueblo, se anunció al rey de la época, Acaz, que un niño nacería de una doncella y que se llamaría Enmanuel. Era la acción divina que se manifestaba como garantía de salvación del Pueblo. Pasó esa historia y la tradición se siguió interrogando sobre ese hecho. ¿Tendría realización en ese momento o allí se anunciaba algo futuro, que un simple rey humano no podía satisfacer? Cuando llega el momento de la encarnación de Dios entre los hombres, el evangelio de san Mateo da vigencia y plena actualidad a esa palabra. Para este momento había sido dicha.

v. 24: 

Luego de recibir la iluminación de Dios, acoge a María en su casa dando estabilidad total al matrimonio. Quedan a un lado las consideraciones humanas y con la entereza de los verdaderamente justos, los que hacen la voluntad divina que realiza la historia de la salvación, José se entrega plenamente al servicio de Dios en su proyecto salvador.

3. MEDITACIÓN: ¿QUÉ NOS DICE LA PALABRA?

Navidad es revelación del amor de Dios

Pero no basta un conocimiento meramente teórico como el de cualquier ciencia humana. El nacimiento del Hijo de Dios, como acontecimiento que no pasa y no es comparable a ningún otro, tiene para nosotros un alcance personal. Nace para mí, para todo el mundo. Un día san Pablo escribió emocionado: Me amó y se entregó por mí (Ga 2, 20). Ojalá usemos ese lenguaje. Debe iluminar mi vida, debe entrar en lo profundo de mi persona, debe estar presente en mis opciones. No soy indiferente ante él. Me es preciso descubrir qué implicación tiene para mi vida de familia, de trabajo, de profesión, para el mundo en que vivo, para aquellos que comparten mi vida y con los que me cruzo a diario.

Tanto la lectura de Isaías como su cumplimiento, en el evangelio de Mateo (y también la antífona de la comunión), nos sitúan ante la gran convicción: Dios es un

Dios cercano, un Dios que entra en nuestra historia, un «Dios-con-nosotros». Es como el Dios del éxodo: «el que es», «el que está», el que ve el dolor de su Pueblo y lo libera. El nombre que se le pondrá al Salvador es «Jesús», que significa «Dios salva»».

Nosotros somos ciertamente de los que, según decía Pablo a los Romanos, Dios ama y ha llamado a formar parte del Pueblo elegido. Y la consecuencia debería ser que nos llene por dentro «la paz y la gracia» de ese Dios que nos ama.

El Misterio del «Verbo Encarnado»

Celebrar la Navidad es traer a nuestro presente el gran misterio de la Encarnación. Es la unión en una persona de lo humano y lo divino. Encontramos  en Jesucristo la realidad humana en todo lo que ella implica, menos en el pecado, dice la carta a los Hebreos (cfr. Hbr.4, 15). Y también la realidad de Dios en un gesto de condescendencia infinita. Se nos hace familiar esta maravilla de la misericordia de Dios y perdemos ante ella nuestra capacidad de asombro. Ojala la pudiéramos recuperar. La Navidad es el momento oportuno para hacerlo si silenciamos el corazón y nos hundimos en ese misterio.

El papel de María

El domingo IV nos ayuda a entrar ya en el misterio de la Navidad. El salmo nos ha hecho repetir que «va a entrar el Señor, el Rey de la Gloria». Nuestro Dios es un Dios-con-nosotros. Por encima de los aspectos más superficiales de la Navidad, el Espíritu nos quiere llenar de su gracia a todos nosotros, como a María de Nazaret, para que también nosotros colaboremos en el nacimiento de Jesús en este mundo concreto en que vivimos.

El relato evangélico nos ofrece una clave más para entender el papel de María en la misión de Jesús: ella no es sólo su Madre, sino que también comparte sus sufrimientos a través de su vida, hasta la cruz. María es la nueva Eva, como afirma el prefacio IV del Adviento, el más apropiado para hoy, en el que damos gracias a Dios «por el misterio de la Virgen Madre. Porque si del antiguo adversario nos vino la ruina, en el seno virginal de María, la hija de Sión, ha brotado para todo el género humano la salvación y la paz. La gracia que Eva nos arrebató nos ha sido devuelta en María...».

El papel de José

Y junto a María, es interesante que hoy aparezca la figura de José, un obrero que también cree en Dios, un obrero de Pueblo, humilde, bueno, un modelo también estimulante para los que somos llamados a acoger en nuestras vidas la venida del Señor.

Puede acercamos todavía más a la figura de José la interpretación de los exegetas modernos: precisamente porque José ya conoce -al menos de un modo global- el misterio sucedido y sabe que el hijo que va a tener María es obra de Dios, por eso, en su humildad, no quiere usurpar para sí una paternidad que ya sabe que es de Dios y se quiere retirar. No comprende que él pueda caber en los planes de Dios respecto a la venida del Mesías de esa manera misteriosa.

José, hombre bueno, abierto a Dios, obediente en la vida de cada día a la misión que Dios le ha confiado. Junto a su esposa María, son las personas que mejor esperaron y acogieron la llegada del Hijo de Dios a nuestra historia. Podríamos decir también de José lo que Isabel dijo a María: «feliz tú, porque has creído» (Lc. 1,45).

4. ORACIÓN: ¿QUÉ LE DECIMOS NOSOTROS A DIOS?

Derrama, Padre de bondad y misericordia,

tu gracia en nuestros corazones,

para que, habiendo conocido, por el anuncio del ángel,

el misterio de la Encarnación de tu Hijo,

podamos llegar, por el misterio de la Cruz y Pasión,

a la gloria de la Resurrección, Amén.

5. CONTEMPLACIÓN – ACCIÓN: ¿A QUÉ NOS COMPROMETE LA PALABRA?

Contemplemos con San Juan Eudes

 «En el tiempo de adviento consideremos a Jesús que al final de los tiempos llega a «juzgar a vivos ya muertos». Es el ejercicio de su justicia salvadora, que se practica de continuo en los cielos y en la tierra. Adoremos el misterio inefable de la Encamación. El Hijo del hombre sale del seno adorable de su Padre y, por un amor incomprensible por nosotros, viene a las entrañas benditas de María Virgen. Se hace hombre para hacemos partícipes de su divinidad, se hace Hijo del hombre para que seamos hijos de Dios. Contemplemos a Jesús en el tiempo de su residencia y de su vida durante los nueve meses de su permanencia en las entrañas sagradas de su madre María. Y también la vida del todo celestial de María en Jesús durante todo ese tiempo. Ella, del todo entregada a él, vivía más en él que en ella misma. Tenía una sola alma, un espíritu, un corazón y una vida con él» (San Juan Eudes, OC 3.452-454): en Oremos con San Jua Eudes, pg. 116, n. 132.

Relación con la Eucaristía

El Pueblo de Dios se inicia y progresa en el misterio de Jesús en la Celebración Eucarística. Aquí debemos renovar nuestra conciencia de Pueblo mesiánico, para adquirir la responsabilidad que tenemos sobre el destino de la humanidad. Igualmente, adquirimos conciencia de nuestra salvación por la obra ya realizada por Cristo y que exigirá de nosotros aceptación y obediencia.

Y como la Navidad fue «obra del Espíritu», también lo es nuestra Eucaristía. En la oración sobre las ofrendas le pedimos a Dios que «el mismo Espíritu que cubrió con su sombra y fecundó con su poder las entrañas de María, la Virgen Madre, santifique estos dones que hemos colocado sobre tu altar».

Esto no tendría que suceder sólo en nuestra celebración litúrgica, sino también en nuestra vida

Algunas preguntas para meditar durante la semana:

  1. ¿Son la compasión respecto a los otros y la obediencia estricta respecto a Dios lo que caracteriza nuestra justicia? ¿O es una justicia más hecha a nuestra conveniencia?
  2. José tiene que interpretar los sueños, la realidad no suele evidenciar de manera explícita los planes y la voluntad de Dios: ¿somos personas profundas que saben escudriñar la realidad, leerla en profundidad, descubrir en ella lo que Dios espera de nosotros y nos pide?
  3. Las mediaciones de Dios (profeta, ángel) siguen estando presentes en esta etapa que nos toca vivir. ¿Sabemos discernir quiénes son hoy esos mediadores? ¿Nos planteamos que todos nosotros estamos llamados también a ser profetas y/o ángeles de Dios para el mundo?
  4. ¿Cuáles son los dos nombres que el Niño recibe y cuál es el proyecto de Dios, escondido en estos nombres?

Carlos Pabón Cárdenas, CJM.

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