Con la redacción hecha por asamblea general de 1983 y con su aprobación por las congregaciones romanas competentes, culmina una etapa de la historia de nuestras Constituciones. Se empezó en 1966 con la invitación hecha por la Iglesia del postconcilio a revisar los textos constitucionales de todas las comunidades y a ponerlos al ritmo de la historia y del mundo que nos ha tocado vivir. La prudencia de la misma Iglesia nos pidió un período de experimentación antes de llegar a algo definitivo. No podemos decir que los 14 años transcurridos entre 1969 y 1983 hayan sido cortos ni infecundos. Fruto de ello es la nueva ley que ahora tenemos entre manos.