Octavo Día – San Juan Eudes y la formación de pastores según el corazón de Dios

SAN JUAN EUDES Y LA FORMACIÓN DE PASTORES SEGÚN EL CORAZÓN DE DIOS

INTRODUCCIÓN

“La más divina de las obras es cooperar con Dios en la salvación de las almas”, gustaba repetir san Juan Eudes, pero no obstante hay una que le sobrepasa: “Trabajar en la salvación y santificación de los eclesiásticos porque equivale a salvar a los salvadores, dirigir a los directores, enseñar a los doctores, apacentar a los pastores, dar luces a aquellos que son la iluminación de la Iglesia… Por eso la obra de los Seminarios ha tenido siempre, para la comunidad eudista, una prioridad importante, como primero y principal objetivo de la Congregación, al decir de las Constituciones primitivas.

Hoy al recordar el servicio que san Juan Eudes prestó en la preparación y formación de buenos ministros de la Iglesia, debemos orar para que el Señor envíe obreros a su abundante mies y conceda perseverar hasta el final a quienes ha constituido dispensadores de sus misterios.

SALUDO PRESIDENCIAL

Hermanos, que el gozo y la paz de Cristo, Supremo Pastor de la Iglesia, estén con ustedes.
R/ Y con tu espíritu.

ORACIÓN

Oh Dios, que elegiste a san Juan Eudes para anunciar las inescrutables riquezas del amor de Cristo; concédenos que, movidos por su palabra y por su ejemplo, crezcamos en la fe y llevemos una vida conforme al Evangelio. Por Nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo. Amén.

LECTURA BÍBLICA

Es cierta esta afirmación: Si alguno aspira al cargo de obispo, desea una noble función. Es, pues, necesario que el obispo sea irreprensible, casado una sola vez, sobrio, sensato, educado, hospitalario, apto para enseñar. Ni bebedor ni violento, sino moderado, enemigo de pendencias, desprendido del dinero, que gobierne bien su propia casa y mantenga sumisos a sus hijos con toda dignidad; pues si alguno no es capaz de gobernar su propia casa, ¿cómo podrá cuidar de la Iglesia de Dios?

Que no sea neófito, no sea que, llevado por la soberbia, caiga en la misma condenación del Diablo. Es necesario también que tenga buena fama entre los de fuera, para que no caiga en descrédito y en las redes del Diablo. También los diáconos deben ser dignos, sin doblez, no dados a beber mucho vino ni a negocios sucios; que guarden el Misterio de la fe con una conciencia pura. Primero se les someterá a prueba y después, si fuesen irreprensibles, serán diáconos. Las mujeres igualmente deben ser dignas, no calumniadoras, sobrias, fieles en todo. Los diáconos sean casados una sola vez y gobiernen bien a sus hijos y su propia casa.

Yo te conjuro en presencia de Dios, de Cristo Jesús y de los ángeles escogidos, que observes estas recomendaciones sin dejarte llevar de prejuicios ni favoritismos. No te precipites en imponer a nadie las manos, no te hagas partícipe de los pecados ajenos. Consérvate puro.

(1Tm 3, 1-12. 5, 21-22)

LECTURA EUDISTA

EL SACERDOTE, PASTOR SEGÚN EL CORAZÓN DE DIOS   

El sacerdote debe estar siempre listo a dar su sangre y a sacrificar su vida.

¿Qué es un pastor según el corazón de Dios? Es un verdadero padre del pueblo de Dios, con un corazón rebosante de amor paternal para sus hijos. Ese amor lo impulsa a trabajar incansablemente para alimentarlos con el pan de la palabra y de los sacramentos, para que se revistan de Jesucristo y de su santo Espíritu, para enriquecerlos de todos los bienes posibles en lo que mira a su salvación y eternidad.

Es un evangelista y un apóstol, cuya principal ocupación es anunciar incesantemente, en público y en privado, con el ejemplo y la palabra, el Evangelio de Jesucristo, continuando en la tierra las funciones, la vida y las virtudes de los Apóstoles.

Es el esposo sagrado de la Iglesia de Jesucristo, tan encendido de amor por ella que todo su anhelo es embellecerla, adornarla, enriquecerla y hacerla digna del amor eterno del Esposo celestial e inmortal.

Es una antorcha que arde y brilla, colocada en el candelabro de la Iglesia. Ardiente ante Dios y brillante ante los hombres; ardiente por su amor a Dios y brillante por su amor al prójimo; ardiente por su perfección interior, brillante por la santidad de su vida; ardiente por el fervor de su intercesión continúa ante Dios en favor de su pueblo, brillante por la predicación de la divina palabra.

Un buen pastor es un salvador y un Jesucristo en la tierra. Ocupa el puesto de Jesús, representa su persona, está revestido de su autoridad, obra en su nombre, continúa su obra de redención del mundo. A imitación de Jesús, emplea su espíritu, su corazón, sus afectos, sus fuerzas, su tiempo, sus bienes y, si es necesario, entrega su sangre y su vida para procurar, de todas las formas, la salvación de las almas que Dios le ha confiado.

Un buen pastor es la imagen viva de Jesucristo en este mundo. De Cristo vigilante, orante, predicador, catequista, trabajador, del que peregrinaba de ciudad en ciudad y de aldea en aldea. Es la imagen de Cristo que sufre, agoniza y muere en sacrificio por la salvación de todos los hombres creados a su imagen y semejanza.

(San Juan Eudes, Memorial de la vida eclesiástica, 1: O.C. III, 24-31)

ORACIÓN EUDISTA

Oremos a Jesús, nuestro gran Sacerdote y digámosle:
R/ Consérvanos en tu camino, Señor.
Pastor eterno, que velas sobre tu rebaño, concede a tu Iglesia los pastores que necesita
para iluminar su camino.
R/ Consérvanos en tu camino, Señor.
Señor, tú que nos has dado tu Palabra para que sea nuestra luz, concede a tus ministros
anunciarla en su integridad, proclamarla con diligencia y vivirla en plenitud.
R/ Consérvanos en tu camino, Señor.
Señor, tú que has querido ser el padre de los pobres, da a quienes escogiste como
pastores, defender a sus hermanos de toda opresión.
R/ Consérvanos en tu camino, Señor.
Príncipe de los pastores, que has prometido una corona de gloria a tus fieles servidores,
coloca junto a ti a los sacerdotes que durante su vida han servido con amor, por su palabra,
su oración y sus obras.
R/ Consérvanos en tu camino, Señor

ORACIÓN EUDISTA

Oh Dios, que para gloria tuya y salvación del género humano, constituiste a tu Hijo único, sumo y eterno Sacerdote, concede a quienes Él eligió para ministros y dispensadores de sus misterios, la gracia de ser fieles en el cumplimiento del ministerio recibido. Por Jesucristo Nuestro Señor.
R/ Amén.

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