Primer Día – San Juan Eudes: Modelo ejemplar de cristiano

PRESENTACIÓN

P. JEAN-MICHEL AMOURIAUX, CJM
SUPERIOR GENERAL

Hay al menos dos buenas razones para orar a san Juan Eudes: su relación ejemplar con Cristo que se presenta como una pedagogía para todos los cristianos y su deseo constante de adherirse lo más cercano posible a la voluntad de Dios para cumplir la obra de su gracia. Hay, además, otras razones para admirarlo, por la misión honrarlo y pedirle su intercesión: su actitud misericordiosa, constante hasta el fin de su vida, su celo hasta sus casi 80 años, su amor a la vez tierno y apasionado a la Virgen María, su deseo inmenso de hacer amar al Corazón de Jesús.

Manifestación perfecta del amor trinitario difundido en el mundo. Pudiéramos llenar página para cantar la grandeza de este hombre, ciertamente muy vivo, muy dinámico, audaz, creativo, y al mismo tiempo hombre profundamente consciente de que nada puede por sí mismo y que debe esperar todo de la mano de su Señor.

Sabe con plena lucidez que el orgullo es el peor obstáculo para que la gracia llegue a sí mismo y al mundo. Se ha reprochado a veces a san Juan Eudes que use el término «anonadamiento». Esto se percibe como un desprecio de sí mismo. Pero el ejemplo de san Juan Eudes nos muestra lo contrario, y ese es el secreto que nos quiere compartir. El anonadamiento es el descentrarse de sí. Es liberarse de la ilusión que nos podemos hacer de nosotros mismos, pues encontramos en la relación con Dios la realización personal que todos buscamos.

El hombre más descentrado de sí es Jesús. Su Corazón está total y constantemente vuelto al Padre. Jesús ha cumplido la voluntad del Padre Corde magno et animo volenti, y eso es para nosotros una revelación: la alianza con Dios es una fuente de vida y de fuerzas para llevar nuestra vida y cumplir nuestra vocación como nuestra respuesta a la voluntad de Dios.

Es lo que percibimos en la vida de san Juan Eudes: realizó grandes obras porque renunció a la ilusión de sus propios apoyos para encontrar en la relación con Jesús y con María el más sólido apoyo y la fuerza Fiel obrero de la voluntad de Dios más eficaz. Renunciar y adherir es la respiración de los bautizados.

Entonces, sí, pidamos a san Juan Eudes que nos acompañe en nuestro caminar de discípulos misioneros; que nos ponga con él a la escucha de la Palabra de Dios, que nos nutra con sus escritos y en él presentemos sencillamente nuestras oraciones como lo propone la novena. De este modo nos preparamos para celebrar su fiesta el 19 de agosto, encontrando efectivamente en él modelos de la vida cristiana y estando como él «fiel obrero de la voluntad de Dios.» ¡San Juan Eudes, ruega por nosotros!

P. Jean-Michel Amouriaux, cjm

Superior General

Traducción del P. Álvaro Torres, cjm

PRÓLOGO
P. RAFAEL GARCÍA HERREROS
NOVENA EN HONOR A SAN JUAN EUDES 

La Congregación de Jesús y María tiene por fundador a un hombre que fue esencialmente evangelizador.

Toda la vida de san Juan Eudes fue evangelización incansable, fruto de una larga preparación de profundas súplicas al Espíritu Santo y de una fuerza carismática realmente admirable que penetraba todo su ser.

Los pueblos de Normandía, las grandes ciudades de Francia, París, la Corte Real, las aldeas, por todas partes se oyó su palabra penetrante y conmovedora, que llevaba un excepcional mensaje de conversión y de amor a Cristo. Juan Eudes conformó una comunidad ante todo evangelizadora, como dice la Constitución: “Los Eudistas consagran todas sus fuerzas al servicio de Cristo y de su Iglesia, trabajando mediante las diversas funciones del ministerio, la oración y el testimonio de su vida, en la proclamación del Evangelio, para despertar la fe” (Const. 5).

El caso de san Juan Eudes es realmente impresionante. Era una vida de amor a Jesucristo continua, sin interrupción, una vida de plegaria, de cada momento. Una vida apostólica,por ejemplo, por la conversación, por la predicación.

Era toda una fuerza poderosa del Espíritu que le invadía para llevar el mensaje. Las palabras que escribió Pablo VI en Evangelii Nuntiandi se cumplieron superabundantemente en san Juan Eudes: “La Buena Nueva proclamada por el testimonio de vida, deberá ser tarde o temprano proclamada por la Palabra de Vida. No hay evangelización verdadera mientras no se anuncie el Nombre, la doctrina, la vida, las promesas, el reino, el misterio de Jesús de Nazaret, Hijo de Dios” (E.N. 22).

Cuando vemos este ejemplo tan excepcional y tan atractivo de entrega total de san Juan Eudes a proclamar el Evangelio, cuando tomamos conciencia de que ésta es la misión de los Eudistas, no podemos menos de anhelar para nosotros una fuerza nueva, una poderosatransformación del Espíritu Santo en nuestras vidas, para que seamos verdaderos proclamadores del Evangelio de Cristo. “Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a toda creatura” (Mc 16,15). Juan Eudes conocía la Biblia como pocos, era su libro amado; su lectura principal era el Nuevo Testamento.

Ahí descubrió los tesoros del amor de Jesucristo y el misterio de su Corazón. Juan Eudes tiene una actualidad sorprendente y una afinidad profunda con este tiempo de renovación en el Espíritu Santo. La Comunidad de los Eudistas está llamada a ser ante todo evangelizadora con la fuerza del Espíritu.

La comunidad de los Eudistas presenta a los jóvenes deseosos de vida evangélica y de llevar el Evangelio a todas partes una oportunidad incomparable y campos insospechados. La figura de san Juan Eudes es una exigencia tremenda para nosotros los Eudistas, un ideal que no es inalcanzable, que debemos tratar todos de apropiar con el poder del Espíritu Santo. Juan Eudes fue el maravilloso sacerdote del siglo XVII que actuó en Francia, y que descubrió caminos intransitados de amor, de adoración, de alabanza, de plegaria continua. Que no dejó ocasión ni oportunidad de hablar de Jesucristo.

Su propósito de evangelización, su propósito de existir, está sintetizado en estas palabras suyas: “Jesucristo debe vivir en nosotros, y nosotros en Él sólo existir. Su vida debe ser nuestra y ésta una continuación y un reflejo de la suya. No tenemos derecho de vivir sobre la tierra sino para llevar, manifestar, santificar, glorificar y hacer vivir en nosotros el nombre, la vida, las cualidades, las perfecciones, los designios e inclinaciones, las virtudes, las acciones de Jesús (Vida y Reino, OC 1). Juan Eudes fue evangelizador y fundó la comunidad como evangelizadora para siempre, siguiendo el impulso del Espíritu en cada época.

Un verdadero Eudista según san Juan Eudes debe ser ante todo evangelizador de Jesucristo: “Los Eudistas se sienten llamados a anunciar el mensaje evangélico para hacer del género humano la familia del Padre, en la que la plenitud de la ley es el amor” (Const. 11). El Eudista debe ser el hombre que arda de amor a Cristo y lo comunica a sus vecinos y a sus lejanos, usando todos los medios que tenga a su alcance. Actualísima la vocación de los Eudistas: evangelizar con sinceridad, con entusiasmo, con el ardor carismático de los Hechos Apostólicos.

Este es el magnífico Juan Eudes que hubiera debido nacer en nuestra época y usar todos los medios que actualmente tenemos para difundir el Evangelio. ¡Qué palabra tan bella, tan abrasadora sería la de Juan Eudes actualmente! Cuando se encuentra todo un mundo ansioso de Dios, ansioso de perfección, ansioso de verdad, pienso que Juan Eudes quedaría bien en esta época. Nosotros, la Congregación de san Juan Eudes, deberíamos reflexionar mucho si no es el caso de encender vivamente nuestro ardor evangélico y si no debemos caracterizarnos en este mundo por poseer el secreto, el ardor, el entusiasmo de una evangelización moderna para el mundo actual, inspirada en una experiencia nueva del Espíritu Santo.

 

 

DIA 1

SAN JUAN EUDES,
MODELO EJEMPLAR DE CRISTIANOS

INTRODUCCIÓN

“La gran obra de formar a Jesús en nuestras almas es algo infinitamente superior a nuestras fuerzas y por ello tenemos que acudir al poder de la divina gracia y a los ruegos de la Virgen y de los santos”, decía san Juan Eudes (Cfr. Vida y Reino), hoy es él mismo quien intercede para que “Jesús viva y reine perfectamente en nosotros” realizando así el ideal cristiano que él vivió tan profundamente.

SALUDO PRESIDENCIAL

Hermanos, que la paz de Cristo Jesús y el amor de su Corazón estén con ustedes.
R/ Y con tu espíritu.

ORACIÓN

Oh Dios, que elegiste a san Juan Eudes para anunciar las inescrutables riquezas del amor de Cristo; concédenos que, movidos por su palabra y por su ejemplo, crezcamos en la fe y llevemos una vida conforme al Evangelio. Por Nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo…
R/ Amén.

LECTURA BÍBLICA

Con Cristo estoy crucificado y, vivo, pero no soy yo, sino Cristo quien vive en mí; la vida que vivo al presente en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó por mí. No tengo por inútil la gracia de Dios, pues, si por la ley se obtuviera la justificación, entonces Cristo hubiera muerto en vano. (Gál 2,19b-21)

¿QUÉ ES UN CRISTIANO?

“Ser cristiano es ser hijo de Dios, hermano de Jesucristo, templo del Espíritu Santo”.

Un cristiano es un hijo de Dios que tiene un mismo Padre con Jesucristo, su Hijo único: A cuantos le acogieron, creyendo en él, les dio el poder llegar a ser hijos de Dios (Jn 1, 12). Subo a mi Padre y a su Padre, dice el Salvador resucitado (Jn 20, 17). Miren qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!, dice san Juan (1Jn 3, 1).

Por habernos creado, Dios es nuestro principio, nuestro rey y soberano, y nosotros sus creaturas, súbditos y servidores. Pero por la regeneración bautismal que nos ha dado un nuevo ser y una vida divina, Dios es nuestro Padre y nosotros sus hijos y podemos decirle: Padre nuestro que estás en los cielos. Por lo tanto:

1. Así como hemos renacido por el bautismo del regazo de nuestro Padre Dios, también debemos permanecer, siempre y necesariamente en Él. Si por un solo instante dejara de llevarnos en sus brazos perderíamos al instante nuestro nuevo ser y la vida nueva que de él recibimos en el bautismo.

2. Somos los hermanos de Jesucristo, de su sangre y de su estirpe real y divina, y formamos parte de su genealogía. El cristiano, como hombre nuevo y nueva creatura, nacida de Dios, no conoce otra genealogía que la de Jesucristo, ni otro Padre fuera de Dios: No llamen a nadie padre de ustedes en la tierra (Mt 23, 9). Desde ahora nosotros no conocemos a nadie con criterios puramente humanos, dice san Pablo (2Co 5, 1 6). Y nuestro Señor dice: Lo que nace del espíritu, espíritu es (3, 6).

3. Somos los herederos de Dios y coherederos con su Hijo. ¡Qué maravillosa dignidad, nobleza y grandeza del cristiano que nos obliga a renunciar a Satanás y a entregarnos a Dios con el ardiente deseo de vivir como hijos suyos, y ser fieles a la nobleza de nuestra cuna, de no traicionar nuestra estirpe ni deshonrar a nuestro Padre! Un cristiano es un miembro de Jesucristo. Tenemos con él una alianza y unión mucho más noble, estrecha y perfecta que la de los miembros con su cabeza en un cuerpo humano. Por lo cual pertenecemos a Jesucristo, estamos sometidos a su dependencia y dirección y somos una sola cosa con él, como los miembros con su cabeza.

Entreguémonos, pues, a Jesucristo y propongámonos vivir de su vida. Porque sería monstruoso que en el cuerpo un miembro llevara una vida distinta de la de su cabeza. Por eso san Gregorio de Nisa afirma que el cristianismo es hacer profesión de vivir de la vida de Jesucristo. Un cristiano es un templo del Espíritu Santo. ¿No saben, acaso, que su cuerpo es templo del Espíritu Santo?, dice san Pablo (1Co 6, 19), y la prueba de que somos hijos de Dios es que Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo (Ga 4, 6).

El Espíritu Santo nos ha sido dado como espíritu de nuestro espíritu, corazón de nuestro corazón, alma de nuestra alma, y para que esté siempre con nosotros y en nosotros como en su templo. Consideremos atentamente estas verdades y grabémoslas en nuestro corazón para despertar en nosotros la alabanza y el amor a Dios porque nos ha hecho cristianos. Repudiemos nuestras ingratitudes y pecados y llevemos en adelante una vida digna de la perfección de nuestro Padre, de la santidad de nuestra Cabeza y de la pureza del Espíritu cuyo templo somos. (San Juan Eudes, Coloquios interiores, 9; O.C. II, 168-173)

ORACIÓN EUDISTA

San Juan Eudes, ruega por nosotros.
San Juan Eudes, elegido de Dios, ruega por nosotros.
San Juan Eudes, modelo de vida cristiana, ruega por nosotros.
San Juan Eudes, fiel cumplidor de la Voluntad divina, ruega por nosotros.
San Juan Eudes, penetrado de amor a Jesús, ruega por nosotros.
San Juan Eudes, conocedor de los divinos misterios, ruega por nosotros.

OREMOS

Cristo Jesús, bondadoso y humilde de corazón, que en el exceso de tu amor, te humillaste
haciéndote obediente hasta la muerte de cruz, concédenos vivir conforme a tu humildad,
obediencia, caridad y mansedumbre.
R/ Amén, amén, Señor Jesús, por tu poder y para tu gloria.

 

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