¿Qué nos enseña Juan Eudes en esta crisis del coronavirus?

El P Hermes Flòrez, Eudista de la Provincia del Minuto De Dios, nos ayuda a leer desde nuestra fe en el Señor y desde el testimonio de Juan Eudes, la crisis que ahora vivimos por causa de la pandemia del coronavirus.

Los invitamos a leer con atención este artículo elaborado por el P. Hermes Flòrez, miembro de la Unidad de Espiritualidad Eudista de la CJM y sacerdote eudista de la Provincia del Minuto de Dios. Para los eudistas estos días de coronavirus nos evocan, de manera espontánea, una acción misericordiosa de Juan Eudes en su tiempo: su intrepidez y generosidad para atender a los apestados de Francia (1627-1631).

San Juan Eudes nos dejó este testimonio: «En 1627, ante la situación de la peste en la diócesis de Séez (…) y el abandono que padecían los enfermos sin apoyo espiritual, pedí permiso, en París, donde yo me encontraba, al P. Bérulle, para ir a asistir a los enfermos. Él me concedió el permiso. Inmediatamente, me fui a vivir con un buen sacerdote de la parroquia San Cristóbal (…) quien caritativamente me recibió en su casa. Celebrábamos la Santa Misa todos los días (…) después yo colocaba las hostias consagradas (…) en una pequeña cajita de metal, que conservo al fondo de mi baúl, la cual yo llevaba colgada en mi cuello. Después salíamos, este buen sacerdote y yo, a buscar a los enfermos…» (OC 12, 107). Formar a Jesús, para san Juan Eudes, es también entrar en comunión con todo hermano que sufre, y permitir que el Señor mismo, a través de nuestro servicio humilde y lleno de amor hacia el que sufre, prolongue y continúe en nosotros hoy su presencia de esperanza y de sanación.

Entre los años 1627 y 1631, Francia vivió un momento de gran desolación a causa de la peste que azotó diversas parroquias: San Cristóbal, San Pedro de Vrigny, San Martín de Vrigny, de Avoines y otras vecinas. A tan sólo dos años de ordenado sacerdote, el futuro santo, Juan Eudes, era probado en el servicio a Dios y a los hermanos que vivían esta situación tan compleja. Hoy, en el 2020, nos está interpelando una nueva situación: el coronavirus o COVID-19.

Los coronavirus son “una extensa familia de virus que pueden causar enfermedades tanto en animales como en humanos”. Por otra parte, la COVID-19 “es la enfermedad infecciosa causada por el coronavirus que se ha descubierto más recientemente. Tanto el nuevo virus como la enfermedad eran desconocidos antes de que estallara el brote en Wuhan (China)en diciembre de 2019”, según recuerda la Organización Mundial de la Salud , en su sección de preguntas y respuestas.

La propagación de la enfermedad ha generado un revuelo mundial: desde la suspensión de actividades comunitarias y que impliquen aglomeraciones en torno al Papa Francisco, hasta los diferentes protocolos que se han adoptado, a nivel civil y a nivel eclesial, para evitar el brote. En Colombia, hace algunos días se detectó una persona en situación de enfermedad en la ciudad de Bogotá, posteriormente ocurriría también en Buga. Con tal motivo, la Conferencia Episcopal de Colombia reiteró el llamado para acoger varias medidas preventivas.

De esta manera, el 10 de marzo de 2020, los obispos colombianos sacaron un comunicado en el que expresan: “hemos invitado a comulgar preferiblemente en la mano, previa catequesis sobre la manera como se debe hacer. No obstante, también podrán comulgar en la boca quienes, por distintas razones, manifiestan su deseo y opción de recibir la Eucaristía de este modo. Como lo ha enseñado la Iglesia, no se impondrá una u otra manera de comulgar” y, finalmente, pide a Nuestra Señora de Chiquinquirá por el bienestar de todos los colombianos.

Esto me hizo recordar una situación que menciona san Juan Eudes en su Memoriale Beneficiorum Dei (me referiré a él de ahora en adelante como el MBD), donde presenta una situación similar: una peste que está azotando la región y qué hizo como sacerdote. No me había animado a escribir hasta que hace pocos días una persona afirmó: ¿qué haría san Juan Eudes si viviera? Por eso estas pistas no pretenden obviar las distintas recomendaciones que las entidades expertas nos comunican, sino que también podamos pensar en un llamado de atención como discípulos de san Juan Eudes.

En primer lugar, san Juan Eudes le pide autorización al R.P. Pedro de Bérulle, su superior, porque los enfermos estaban privados de todo auxilio espiritual. El cardenal de Bérulle se la concede (MBD 18). Esto nos lleva a pensar en la urgencia de no descuidar la asistencia espiritual por los momentos que se viven; todo lo contrario, deben lanzarnos a una campaña de compromiso socio-espiritual, de manera que los hermanos que padecen esta urgencia puedan encontrar en la Iglesia, no una entidad que no quiere contagiarse, sino una comunidad preocupada por ellos.

En segundo lugar, san Juan Eudes celebraba diariamente la Eucaristía en la capilla de San Evroult, no lejana de su residencia, junto con otro sacerdote, luego “ponía enseguida las hostias que había consagrado en una cajita de hojalata, que conservo en el fondo de mi baúl, la que llevaba al cuello. Íbamos luego, este sacerdote y yo, por las parroquias, en busca de los enfermos; los confesábamos y en seguida yo les daba el Santísimo Sacramento” (MBD, 18). Así lo hizo hasta que la peste cesó. Sin dudas, san Juan Eudes, en su coherencia de vida cristiana que predicaba, se aseguró de contemplar en sus hermanos el rostro sufriente del Señor: es un examen de conciencia para nosotros hoy. ¿Vemos el rostro sufriente de Cristo en nuestros hermanos enfermos o corremos a escondernos para que no nos toquen?

Finalmente, uno de los sacerdotes, el padre Gaspar de Répichon, superior del Oratorio de Caen, fue atacado por la peste. Ante ello, “Dios me concedió la gracia de asistirlo en su enfermedad, administrarle los sacramentos y acompañarlo en su agonía y muerte” (MBD 18). Afirma que después de este cuidado, tuvo que atender a dos más: uno se alentó y el otro murió, pero Dios lo preservó de todo mal. Sin fanatismos, sino con misericordia, nosotros estamos obligados a acompañar y a asistir a nuestros hermanos. Por eso, aún en situación de virus y de enfermedades, nuestra mirada estará puesta en Cristo que sufre en aquellos que han padecido este sufrimiento.

Que estas situaciones nos impulsen a ver más allá de la enfermedad y poder servir con generosidad y entrega, de tal manera que lleguemos a ser misericordiosos como el Padre.

P. Hermes, cjm

3 comentarios

  1. P. Hermes que belleza!! Bien sabía que Juan Eudes fué un santo llamado desde el vientre de su madre. Su escrito padre, ha llegado al fondo de mi corazón y ha contestado muchas preguntas. Gracias al Señor por Usted.

  2. Sin duda, es un gran desafío el que nos suscita hoy la actitud y la acción de san Juan Eudes. Gracias por la reflexión y la motivación.

  3. Cordial saludo.

    Ante todo, muchas gracias por escribir y publicar este artículo. Soy estudiante de UNIMINUTO Virtual y a Distancia, y también soy miembro de un equipo de Pastoral Universitaria. Actualmente nos encontramos avivando y tratando de encontrar estrategias ya que la Pastoral en la virtualidad es más compleja de lo que yo esperaba. Sin embargo, confío en que unidos en oración el Señor mostrará su voluntad para con nosotros los estudiantes que no podemos asistir a una presencialidad completa.

    El artículo me ha motivo a leer más sobre la vida de San Juan Eudes y quisiera a la Luz de su vida encontrar respuesta a las dudas que tengo dentro de mi servicio.

    Por ende, me gustaría que ustedes, fuente primera del conocimiento de la vida de este hombre y de la Obra Minuto de Dios, me compartieran el material digital que posean, puedan y encuentren conveniente compartirme.

    Agradecido y acogido a sus oraciones, espero respuesta.

    Un abrazo eclesial en el Señor.

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