La autenticidad abarca muchas de las preguntas que el ser humano se plantea a sí mismo al paso de sus días. En medio de un contexto sociocultural fundamentado en las alegorías de la estética y la publicidad, los grupos sociales han pretendido descubrir sus propios criterios de «identidad» que les permitan diferenciarse como individuos y como cultura. Surgen prácticas, técnicas y valores que perfilan a la comunidad y la hacen auténtica en la medida que se consolidan en la historia y se presentan ante el mundo. La propuesta espiritual de san Juan Eudes implica la pregunta por la autenticidad y un proceso continuo que vislumbra su respuesta. La misma escuela Francesa de espiritualidad se convierte para el padre Eudes en ese «grupo social» que le ayuda a buscar el punto central de su espiritualidad, y por tanto, encontrar su identidad en medio de la Iglesia y la Francia del siglo XVII. Sus años de permanencia en el oratorio de Bérulle y en el ejercicio misionero, así como las congregaciones fundadas en 1641 y 1643 le permiten al padre Eudes proyectar su vida con el único propósito de formar a Jesús y formarlo en el corazón de los hombres, no solo con una elocuente enseñanza, sino siendo Palabra y Evangelio para los demás, de modo que, aquellos necesitados descubrieran en él, que el amor de Dios no es un hecho del pasado, sino siempre novedoso y actuante. Esta idea de «Querer ser Jesús para los demás» y ocuparse arduamente por la dignidad de los oprimidos, llevan al padre Eudes a ser el pionero de una espiritualidad fermentada en el Amor Encarnado y a convertirse en un legado en la historia de la Iglesia. Un legado que quedó impregnado en el corazón de santa Juana Jugan, quien a la luz de esta espiritualidad del amor, comprendió que «ser Jesús para los demás» es asumir como propias las miserias de los miserables.