

Para que la evangelización produzca frutos duraderos, san Juan Eudes se entregó con todo su ser a la formación de los presbíteros. A ejemplo suyo, los Eudistas trabajan con los medios a su alcance, para asegurar la calidad del servicio pastoral dentro de la Iglesia. Toman parte activa en las búsquedas y experiencias que se proponen renovar los diversos ministerios de la Iglesia.
Se preocupan por descubrir y guiar a aquellos y aquellas a quienes Dios llama a un servicio de la comunidad cristiana, a la vida religiosa o al apostolado misionero.
Atentos a la voluntad de Jesús de no dejar a su pueblo sin pastores, buscan ayudar a aquellos que consideran aptos para ejercer la tarea pastoral y recuerdan a los demás cristianos sus responsabilidades en el despertar
de las vocaciones.
Se comprometen en la formación y el seguimiento de los presbíteros y demás obreros del Evangelio. En los seminarios, o en las demás modalidades aceptadas por los obispos, contribuyen a preparar a los futuros presbíteros y diáconos.
Según las necesidades de las Iglesias locales, colaboran en la formación de laicos con miras a las diversas tareas apostólicas. En toda ocasión comparten la vida de los presbíteros y traban con ellos relaciones amistosas. Con ellos exploran las formas de apostolado y el género de vida más adaptados a su tiempo; se esfuerzan por ayudarlos, en todas las formas, para que vivan generosamente al servicio del Evangelio.