Séptimo Día – San Juan Eudes: Amante de los pobres

SAN JUAN EUDES, AMANTE DE LOS POBRES 

INTRODUCCIÓN

“La opción preferencial por los pobres” (Pueblay otros documentos del magisterio de la Iglesia de América Latina) fue una norma permanente en la vida de san Juan Eudes, quien desde niño hizo voto de socorrerlos y, a ejemplo de Cristo, les dedicó su corazón y se consagró eternamente a su servicio. Baste recordar para comprobarlo su comportamiento cuando la peste asoló la provincia de Normandía.

Cumplió siempre lo que disponían las primitivas constituciones de la Congregación de Jesús y María: “Los verdaderos hijos de la Congregación tendrán un afecto especial por los pobres, mostrándose siempre sus protectores y defensores, siempre prontos a ayudarlos, instruirlos y visitarlos”.

Su palabra y ejemplo nos ayuden hoy a cumplir mejor este compromiso eclesial de amor a los pobres

SALUDO PRESIDENCIAL

Hermanos, que Cristo, el Señor, que se hizo pobre para enriquecernos con sus dones, esté con ustedes.
R/ Y con tu espíritu.

ORACIÓN

Oh Dios, que elegiste a san Juan Eudes para anunciar las inescrutables riquezas del amor de Cristo; concédenos que, movidos por su palabra y por su ejemplo, crezcamos en la fe y llevemos una vida conforme al Evangelio. Por Nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo. Amén.

LECTURA BÍBLICA

«Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles, entonces se sentará en su trono de gloria. Serán congregadas delante de él todas las naciones, y él separará a los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos. Pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda.

Entonces dirá el Rey a los de su derecha: «Vengan, benditos de mi Padre, reciban la herencia del Reino preparado para ustedes desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; era forastero, y me acogieron; estaba desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; en la cárcel, y vinieron a verme.»

Entonces los justos le responderán: «Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; o sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero, y te acogimos; o desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?»

Y el Rey les dirá: «En verdad les digo que cuanto hicieron a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicieron.»

Entonces dirá también a los de su izquierda: «Apártense de mí, malditos, vayan al fuego eterno preparado para el Diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber; era forastero, y no me acogieron; estaba desnudo, y no me vistieron; enfermo y en la cárcel, y no me visitaron.»

Entonces dirán también éstos: «Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento o forastero o desnudo o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?» Y él entonces les responderá: «En verdad les digo que cuanto dejaron de hacer con uno de estos más pequeños, también conmigo dejaron de hacerlo.» (Mt 25, 31-45)

LECTURA EUDISTA

EL CORAZÒN DE LA MADRE DE MISERICORDIA  

“Madre misericordiosa: vuelve tus ojos hacia tantos hijos miserables, enfermos y angustiados.”

¡Virgen tierna y misericordiosa! Contempla con tus ojos benignos tantas miserias y tantos miserables que llenan la tierra, tantos pobres, viudas, huérfanos, enfermos, prisioneros; tantos hombres golpeados y perseguidos por la malicia humana, tantos indefensos, aplastados por la violencia de los que ejercen poder sobre ellos, tantos viajeros y peregrinos rodeados de peligros; tantos obreros evangélicos expuestos a mil riesgos para salvar las almas que se pierden; tantos espíritus y corazones afligidos, tantos hermanos atormentados por diversas tentaciones, tantas almas que padecen las penas del purgatorio. Contempla, sobre todo, tantas almas víctimas del pecado y en estado de perdición, que es la más espantosa de todas las miserias.

Mira, en fin, Virgen bondadosa, el número casi infinito de desventurados del universo cuyas miserias innumerables les hacen clamar: «Madre de misericordia, consoladora de los afligidos, refugio de los pecadores, contempla, con tus ojos clementes, nuestra desolación. Abre los oídos de tu misericordia y escucha nuestras súplicas. Somos los desterrados hijos de Eva, expulsados de la casa de su Padre celestial, que gimen y lloran en este valle de lágrimas, y que acuden a tu incomparable bondad.

Escucha nuestros suspiros y clamores y mira nuestro llanto. Muéstranos, tú que eres la poderosa y bondadosa abogada, que verdaderamente eres la Madre de misericordia. Vuelve a nosotros tus ojos maternales, para que no seamos desdichados en este mundo y en el otro: que después de este destierro tengamos la felicidad de ver el rostro de Jesús, el fruto bendito de tu seno virginal. ¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María!»

Haz que sintamos, misericordiosa María, las señales de tu clemencia. Ten compasión de nosotros y permítenos saborear la dulzura inefable de tu Corazón.

(San Juan Eudes, El admirable Corazón de Jesús, 5, 2: O.C.VII, 32-33)

ORACIÓN EUDISTA

Señor Jesús, te adoramos y te damos gracias porque te hiciste pobre para enriquecernos. Te pedimos perdón por haber amado demasiado nuestra comodidad, nuestro interés, nuestro deseo de poder y de dominio. Te pedimos nos libres de todo egoísmo, y nos hagas atentos al bien de nuestros hermanos, especialmente de los más pobres y necesitados, para que encontrándote y sirviéndote en ellos, merezcamos entrar al Reino de tu Padre. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. R/ Amén

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